Los motivos del lobo
Los transtornos narcisista-psicopáticos de la Persona
Horacio Ejilevich Grimaldi
Marzo 2011
El mito de Narciso
El relato más
conocido sobre el mito de Narciso es el que Ovidio relató en su tercer libro de
Las Metamorfosis en el año 43 a. C. La tragedia comienza a gestarse ya desde la
concepción del niño Narciso, puesto que él es fruto de la violencia sexual. El
dios-río Cefiso, después de raptar y violar a la náyade Liriope, engendró en
ella a un joven de espléndida belleza, a quien dieron por nombre Narciso.
Preguntado sobre si el recién nacido tendría una larga vida, Tiresias, el sabio
capaz de predecir el futuro, contestó cripticamente «Sí, siempre y cuando nunca
se conozca a sí mismo.», vaticinio más que conveniente teniendo en cuenta los
tremendos orígenes de su nacimiento.
A lo largo de su vida, Narciso, va a provocar en hombres y mujeres, mortales y
dioses, grandes pasiones, a las cuales no responde por su incapacidad para amar
y para reconocer al otro, en realidad, ni siquiera se da cuenta. Según el relato
de Ovidio, entre las jóvenes heridas por su amor estaba la ninfa Eco, quien
había disgustado a Hera y por ello ésta le había condenado a repetir las últimas
palabras de todo cuanto se le dijera. Eco fue, por tanto, incapaz de hablarle a
Narciso de su amor por él, un día, cuando él estaba caminando por el bosque,
acabó apartándose de sus compañeros. Cuando Narciso preguntó «¿Hay alguien
aquí?», Eco contenta respondió: «Aquí, aquí». Incapaz de verla oculta entre los
árboles, él le gritó: «¡Ven!». Después de responder: «Ven, ven», Eco salió de
entre los árboles con los brazos abiertos. Narciso cruelmente se negó a aceptar
su amor. Tentado por Afrodita, fiods vengativa y peligrosa si las hay, al
contemplar su imagen en el espejo de la superficie del agua, sintió una
fascinación por su propia imagen de la que no pudo sustraerse. No podía tocar ni
abrazar al ser que veía reflejado en el agua, pero tampoco podía apartar su
vista de él. Narciso, subyugado por la bella imagen de sí mismo que le devolvía
el río, se retrajo de toda posible relación amorosa con otros seres, e incluso
de atender sus propias necesidades básicas, y su cuerpo se fue consumiendo para
terminar convertido en la flor narciso, una flor tan hermosa como maloliente.
Mientras tanto, Eco, consumida de melancolía, se retiró a una cueva donde su
cuerpo también se consumió, quedando de ella solo una voz sin forma que repite,
en la lejanía, la última frase o sílaba que se pronuncie.
La ya clásica psicopatología de las neurosis, de las psicosis y de las perversiones, se ha engrosado enriquecida con estudios clínicos y psicodinámicos centrados en la indagación de formas de narcisismo patológico.
¿Qué es el narcisismo?
Si bien se puede
aludir a una serie de rasgos propios de la personalidad normal, sin embargo el
narcisismo puede también manifestarse como una forma patológica extrema en
algunos desórdenes de la personalidad, como el trastorno narcisista de la
personalidad, en que el paciente sobreestima sus habilidades y tiene una
necesidad excesiva de admiración y afirmación.
Estos desórdenes pueden presentarse en un grado tal, que se vea severamente
comprometida la habilidad de la persona para vivir una vida feliz o productiva
al manifestarse dichos rasgos en la forma de egoísmo agudo y desconsideración
hacia las necesidades y sentimientos ajenos.
El narcisismo patológico coincide con autoestima baja o errónea.
La sintomatología
del trastorno narcisista de la personalidad puede confundirse con otros tipos de
trastornos, como por ejemplo el trastorno de la personalidad histriónica. La
diferencia es que este último no presenta el sentimiento típico de grandiosidad
característico en el narcisista. El psicópata también comparte muchos rasgos,
ya que de hecho también es narcisista, además de mentiroso, superficial,
claramente abusivo y con una evidente carencia de empatía. Los elementos
diferenciales del psicópata hay que buscarlos en la impulsividad, su poder de
destrucción, agresión y engaño consciente y perverso que siempre habita en la
mente de un psicópata. El psicópata es, en última instancia, un narcisista
“agravado”.
El trastorno obsesivo compulsivo comparte igualmente rasgos con el trastorno
narcisista. Sin embargo, mientras el narcisista se considera perfecto, el
obsesivo compulsivo persigue el mismo objetivo sin alcanzarlo nunca del todo.
Personalidad narcisista
El trastorno
narcisista de la personalidad se percibe claramente en aquellos individuos cuyo
egocentrismo les crea una gran necesidad de admiración que, junto a una
autoimagen distorsionada, hace que cualquier actividad o logro, de los que se
jactan sin ningún rubor, entre de lleno dentro de la exageración y esté
desconectada por completo de su auténtica realidad.
Su incapacidad por sentir cualquier tipo de empatía hacia los demás, no impide
que sean altamente vulnerables a la crítica y a la frustración, pudiendo
reaccionar de un modo desafiante. Necesitan constantemente que su egocentrismo
sea alimentado por aquellos que les rodean. Viven atrapados por sus propias
fantasías de éxito ilimitado y tienen la absoluta convicción de ser especiales y
que sólo pueden entablar relaciones de igual a igual con personas o
instituciones especiales.
Son pretenciosos y no tienen ningún reparo en aprovecharse de los demás para
alcanzar sus objetivos. Su comportamiento arrogante no impide que sientan
envidia de los demás, así como pensar que los demás sienten envidia de sus
supuestas cualidades. Este trastorno comienza a principios de la etapa adulta y
puede verse en distintos contextos.
Diagnóstico del trastorno narcisista de la personalidad
El trastorno narcisista de la personalidad se halla incluido en el DSM-IV. Los criterios diagnósticos en los que se basa este manual de referencia, contempla nueve ítems identificativos del trastorno. Sin embargo la manifestación de cinco de estos síntomas se considera suficiente para refrendar la presencia de dicho trastorno. El diagnóstico se basa en los siguientes síntomas
•Un sentido grandioso de la propia importancia.
•Un estado permanente donde se dan fantasías de éxito, poder, brillo, belleza o amor ideal ilimitado.
•La creencia de ser alguien especial y único y que sólo pueden comprenderle, o sólo debería relacionarse, con otras personas o instituciones especiales o de elevado estatus.
•Exigencia de una admiración excesiva.
•Tener siempre la sensación de “estar en su derecho”, lo que se traduce en unas perspectivas poco razonables de recibir un trato de favor especial o el beneplácito automático ante sus expectativas.
•Tendencia a la explotación interpersonal, es decir, sacar provecho de los demás para lograr sus propios objetivos.
•Carecer de empatía; la absoluta incapacidad de reconocer o identificarse con los sentimientos y las necesidades de otras personas.
•Con frecuencia tener envidia de los demás o creer que los demás le tienen envidia.
•Presentar actitudes o conductas arrogantes o soberbias
La personalidad narcisista se caracteriza entonces, por un patrón grandioso de vida, que se expresa en fantasías o modos de conducta que incapacitan al individuo para ver al otro. Su visión de las cosas es el patrón al cual el mundo debe someterse. Para los narcisistas el mundo se guía y debe obedecer a sus propios puntos de vista, los cuales considera irrebatibles, infalibles, auto-generados. Las cosas más obvias y corrientes, si se le ocurren a él o ella, deben ser vistas con admiración y se emborracha en la expresión de las mismas. Hay en el Narcisista una inagotable sed de admiración y adulación. Esta necesidad lo incapacita para poder reflexionar tranquilamente y valorar serenamente la realidad. Vive más preocupado por su actuación, en cuanto al efecto teatral y reconocimiento externo de sus acciones, que en la eficacia real y utilidad de las mismas. En resumen, las personas narcisistas, aún cuando pueden poseer una aguda inteligencia, esta se halla obnubilada por esa visión grandiosa de sí mismas y por su hambre de reconocimiento. Llama la atención, entonces, cómo muchas personas pudiendo ser exitosas, productivas y creativas, someten su vida a aduladoras mediocridades. Cuando los narcisistas ejercen posiciones de poder, se rodean de personas, que por su propia condición, son inferiores a él o ella, y de otras, que le harán la corte solo en función de un interés mezquino. Ellas, drogadas por su discurso auto-dirigido, no son capaces de reflexionar y escuchar lo que el mundo externo les grita.
En la otra cara de la moneda, la personalidad narcisista es, en sí misma, una forma de supervivencia. En el mito, Narciso es el producto de una acción terrible. La personalidad narcisista nace de una violencia, de un terrible trauma, de una herida inferida al individuo en sus primeras etapas del desarrollo o antes, cuando la herida es la madre y ella trasmite al hijo su resentimiento, su dolor, su rabia y su temor. Se refugia, el traumatizado, en su propia imagen de grandiosidad, ello le permite elevar su maltrecha auto-estima y sentirse un poco mejor consigo mismo. Su hambre insaciable de reconocimiento se asila en la admiración y la adulación de quienes lo circundan.
El narcisista es una persona que puede ser muy exitosa, en cuanto al brillo externo se refiere. Él no se plantea dudas en cuanto a la realidad de sus ideas, sean estas brillantes o no. Así vemos cómo personas con una inteligencia mediocre y una cultura pobre, escalan posiciones sorprendentes, para ellas el recapacitar no existe. Aún las más insulsas ideas son expresadas con un espíritu mesiánico, se enamoran de las ideas de otros y las hacen propias sin la más mínima consideración moral ni ética. Estos últimos logran capitalizar a una horda de Narcisistas depresivos que creen, ingenuamente, en la verdad expresada por el pseudo-maestro. Ellos lo seguirán fielmente, no importa cuán errado esté
Sin pretender agotar la conceptualización freudo-lacaniana, a saber: psicodinámia, tópica y estructural sobre génesis y organizaciones del narcisismo, espacios y limites yo / no yo, identificaciones, distribuciones de la libido narcisista y objetal, formaciones en un registro imaginario, entre otros aspectos básicos de su problemática, ya descritas por esos autores, existen indicadores que surjen de la observación y la entrevista. Estos son:
1. Una problemática centrada en el sí mismo, una preocupación constante por definir su identidad la estima que esa imagen de si pueda merecer ante los otros significativos y ante sí mismo.
2. Una constante preocupación puesta en el saldo, que en términos de identidad y estima de si, pueda resultar de toda interacción con los otros.
3. Una constante angustia centrada en la ubicación de esos resultados interacciónales con los otros, en términos de responder a un yo-ideal o al absoluto opuesto, el negativo del ideal.
4. Alteraciones en la percepción y en la configuración de una imagen del propio cuerpo.
5. Frecuentes temores hipocondríacos.
6. Reiteración en la demanda de modos primarios de vínculos, caracterizados por una dependencia patológica.
7.Ansiedades vinculadas con objetos sexuales parciales, pre-genitales, a menudo integrados en fantasías perversas (oralidad, analidad, conductas expulsivas evacuativas) y consecuentes dificultades en el plano de la sexualidad genital adulta.
8. Pensamiento confusional prevalente, correlativo de las modalidades de vinculo fusional infantil preservadas como predominantes hasta edades adultas.
9. Estados depresivos frecuentes. Un fondo depresivo constante.
10. Dificultades para el registro y la comprensión empática de las conductas y los motivos de los otros, lo cual acarrea perturbaciones en la esfera social.
Siguiendo a Fiorini ...
"Desde la Antigüedad, el mito de Narciso destaco dos parámetros claves para comprender los fenómenos de orden narcisista: el sujeto dependiendo de imágenes de sí y del amor que esas imágenes merezcan. El trastorno narcisista instaurado en el déficit, pena lejos de aquel yo ideal, meta tan deseable como imposible, maravillosa e inaccesible, lo cual forma parte de su fondo depresivo.
Parámetros en los que quedan comprometidas las representaciones a las que el sujeto apela para identificarse como un “yo”, dotado de alguna consistencia, de cierta constancia, reconocible para si en alguna medida:
1. Dificultades en la configuración de las imágenes de sí mismo: precariedad, carácter confusional de las mismas. El paciente no logra pensar en sí mismo con alguna aproximación, y lo expresa de modo manifiesto.
2. Las imágenes de si son afectadas por una gran inestabilidad. Aquellas que precariamente esbozan una configuración son altamente vulnerables, puestas en cuestionamiento por cada confrontación con el juicio de los otros. La inestabilidad es la oscilación entre imágenes antagónicas, extremadamente polarizadas.
3. Falta de un cierta coherencia entre las diferentes representaciones del sí mismo. La discordancia es extrema en los cuadros borderline, pero afecta a otras formas del narcisismo patológico.
4. Inestabilidad y conflicto en la valoración de esas imágenes de si, lo que hace a la autoestima. La estima oscila entre juicios de perfección (atribuidos al Yo ideal, cargado de omnipotencia infantil) y juicios de denigración (categorías absolutas de condena por un superyó arcaico cargado del sadismo infantil)."
Sería importante pensar aquí a la personalidad narcisística como un barril sin fondo que requiere constantemente una demanda de amor para ser llenado y que nunca jamás será satisfecha "per se", ni por ningún objeto libidinal al cual inexorablemente agota hasta la propia esencia.
Esto constituye de hecho una de las peores especies de "vampirismo psíquico".
Segun Ipar, en su artículo " ética perversa"
La distinción entre placer y goce tal como la utilizamos hoy en día por influjo de Lacan no existe en Freud, quien sí usa ampliamente ambos términos, Lust y Genub, disponibles en la lengua alemana. Freud no los opone a la manera lacaniana, sino que, más bien, los emplea casi indistintamente e, incluso, los va a aparear con otros opuestos. Un par de opuestos muy conocido es el de placer/displacer (Lust/Unlust), como dos principios del funcionamiento mental, y el otro es el de goce/trabajo (Genub/Arbeit), tal como aparece en El porvenir de una ilusión.
Para Lacan, en cambio, hay una oposición clara entre placer y goce (jouissance). El placer, como Principio de Placer, está del lado de la neurosis y condena al neurótico a una perpetua búsqueda del objeto perdido (objet perdu) de la mítica y freudiana experiencia de satisfacción (Befriedigungserlebnis). Lo importante es que, en la neurosis, el objeto primitivo- que Lacan denominará la Cosa- está irremediablemente perdido a causa de que la metáfora paterna ha relegado al Significante materno bajo la barra de la represión (Verdrängung). Por ello es que el amor se vuelve imprescindible, pues permite al sujeto reencontrar, aunque sea imaginariamente, dicho objeto perdido o, al menos, un sucedáneo equivalente. El amor se nutre de la sublimación y es por tal motivo que Lacan dice de esta última que consiste en “elevar un objeto cualquiera a la dignidad de la Cosa”. La sublimación es, como se ve, un quid pro quo, tomar una cosa por otra, por la Cosa, sólo que- pequeño detalle- dicha confusión cambia el signo del encuentro con el objeto, que de ser ominoso y angustiante pasa a ser egosintónico y placentero. En otro lugar (Seminario 7), Lacan relaciona el Principio de Placer con la noción aristotélica de autómaton, término que conviene traducir como “espontaneidad”, una especie de azar más allá de toda intención expresa por parte de un sujeto. Esto quiere decir que el Principio de Placer funciona en el sujeto sin deliberación e independientemente de su voluntad; busca su objeto erótico sin saber a ciencia cierta qué es lo que busca ni porqué encuentra lo que encuentra. En Freud (La Dinámica de la Transferencia, 1912), encontramos también la idea de que emergemos de la infancia con un cliché que domina nuestra vida erótica y sentimental y que dicho cliché será eventualmente la clave y el modelo (Vorbild) de los procesos transferenciales.
El goce, en cambio, está del lado de la psicosis y representa un intento del sujeto de ir más allá de lo que permite el Principio de Placer y alcanzar la Cosa u objeto incestuoso primitivo. Tal tremendidad es posible- por así decir- debido a que la pantalla protectora de la metáfora paterna no se ha instalado en el sujeto y se trata más bien de que éste queda expuesto a la proximidad de la Cosa, que desestabiliza su relación con la realidad consensuada.
Podríamos decir que las personalidades narcisísticas, tocan la perversión en el punto del Lust im Unlust, es decir: Placer en el displacer, o en otras palabras, el goce perverso, el placer de la perversión. Esto nos lleva directamente a el Barón Masoch y su obra más conocida " La Venus de las pieles".
En realidad, el
perverso, a diferencia de la estructura narcisista, es perverso porque no puede
hacer otra cosa, no conoce otra cosa y se ve constreñido a lo que efectivamente
conoce. La personalidad narcisistica tiene un profundo "horror" a hacer otra
cosa, pero sabe que esto otro existe e inexorablemente proyecta su impotencia
en los motivos de los otros.
Por otra parte, siendo el goce del perverso el “no goce”, queda instaurada la
base depresiva en estas personalidades, fruto de una frustración que jamás
llegará a conocerse, esa añoranza por lo que nunca se tuvo ni se podrá tener.
Quiero recordar un cuento muy antiguo en el cual, a una orilla de un río, se hallaba una vaca empeñada en cruzar el cause del río para así salvarse de la inundación inminente. Un escorpión que estaba a su lado, le pide ayuda diciéndole que lo deje montar en su lomo. La vaca le responde que no lo haría de ninguna manera pues se trataba de un escorpión e inexorablemente la mataría más tarde o más temprano con su veneno.
El escorpión
aduce entonces, que ha cambiado y que la inminente inundación en donde corre
peligro su vida, le hace ver las cosas de otra manera, tal es así que la vaca
podría estar absolutamente segura de sus sanas intenciones.
De esta manera, el animal accede a llevar en su lomo al inquietante pasajero y
comienza el cruce del río.
No obstante, en
la mitad del mismo, la vaca siente el aguijón del escorpión en su piel y con
ella la cercanía de la muerte
¿Qué has hecho? ¿No te das cuenta que ahora ambos moriremos? dijo el animal
agonizando...Lo lamento tanto, contestó el escorpión, pero no puedo traicionar
mi propia naturaleza.
La personalidad
narcisística comparte con la perversión esa fidelidad a su propia naturaleza,
enferma.
Probablemente no hay peor lobo que el que está constantemente disfrazado de
oveja y tiene sus motivos. En el ascetismo se encuentra el martirio, en el
placer, el dolor y, según indica Jung, en las zizigias se encuentran las
polaridades complementarias.
El no goce del narcisista, es la única posibilidad real de goce conocida por el.
La pasividad, en algunos casos, se torna en agresividad, lo que nos lleva de
lleno al concepto del pasivo-agresivo,
muy importante en esta patología compleja y linda, en este caso, de lleno con el
arquetipo del mártir.
En última instancia, el mayor logro del psicópata está en hacernos creer, al
igual que el diablo, no solo que no existe, sino que también es una víctima de
su propia víctima.
Bibliografía
Fiorini, Héctor: “Perfil clínico y Psicodinámico del trastorno narcisista”, en Estructuras y Abordajes en Psicoterapias Psicoanalíticas, Buenos. Aires, Nueva Visión, 1998
Ipar Juan José: Ética perversa
Sigmund Freud. Obras completas. Volumen XIV: Trabajos sobre metapsicología, y otras obras (1914-1916), «Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico». Capítulo II: Introducción del narcisismo (1914). Buenos Aires/Madrid: Amorrortu, 1979